domingo, 28 de junio de 2015

EL SUEÑO DE PONGO

El sueño de Pongo
(Resumen)

Narra la historia de un hombrecito que era sirviente y pequeño de estatura. El patrón de la hacienda siempre se burlaba del hombrecillo delante de muchas personas. El pongo no hablaba con nadie; trabajaba calladito y comía sin hablar. 

Todo cuanto le ordenaban, cumplía sin decir nada. El patrón tenía la costumbre de maltratarlo y fastidiado delante de toda la servidumbre, cuando los sirvientes se reunían para rezar el Ave María en el corredor de la casa hacienda. 

El patrón burlándose le decía muchas cosas: "Creo que eres perro, "ladra", "ponte en cuatro patas", "trota de costado como perro". El pongo hacía todo lo que le ordenaba y el patrón reía a mandíbula batiente. 

El patrón hacía lo que le daba la gana con el hombrecillo. Pero... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba repleto de gente de la hacienda, el hombrecito le dijo a su patrón: "Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte". 

El patrón le dice: "Habla... si puedes". Entonces el pongo empieza a contarle al patrón lo que había soñado anoche: "Oye patroncito, anoche soñé que los dos habíamos muerto y estábamos desnudos ante los ojos de nuestro gran padre San Francisco, Él nos examinó con sus ojos el corazón del tuyo y del mío. 

El padre San Francisco ordenó al Ángel mayor que te eche toda la miel que estaba en la copa de oro. La cosa es que el ángel, levantando la miel con sus manos enlució todo tu cuerpecito, desde la cabeza hasta las uñas de tus pies, bien, ahora me tocaba a mí, nuestro gran Padre le dijo a un ángel viejo y poco importante:

 "Cubre todo el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído: cúbrelo como puedas, ¡Rápido!" Entonces, patroncito, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió todo el cuerpo con esa porquería. Así tenía que ser, interrumpió el patrón.

Luego el Padre San Francisco nos dijo a los dos: "Ahora, “lámanse el uno al otro; despacio, por mucho tiempo". Y el ángel viejo rejuveneció, recuperó sus fuerzas, y vigilaría para qué se cumpliera la voluntad del  Padre San Francisco.


                                                                                Autor: José María Arguedas

martes, 2 de junio de 2015

DIOS Y EL PELUQUERO



DIOS Y EL PELUQUERO

Un hombre fue a una peluquería a cortarse el cabello y recortarse la barba.
Como es costumbre en estos casos, se puso a conversar con la persona que le atendía. Hablando de tantas cosas, de pronto tocaron el tema de Dios. El peluquero dijo:
"Yo no creo que Dios exista como usted dice"
- Pero, ¿Por qué dice eso? (preguntó el cliente)
- Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta que Dios no existe o dígame, ¿Acaso si Dios existiera, habrían tantos enfermos, habrían niños abandonados?
Si Dios existiera no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.
- El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión - el peluquero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio.
Recién abandonaba la peluquería cuando vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo, al parecer hacía mucho tiempo que no se los cortaba y se veía muy desarreglado.
Entonces entró de nuevo en la peluquería y le dijo al peluquero:
- ¿Sabe una cosa?, acabo de descubrir que LOS PELUQUEROS NO EXISTEN.
- ¿Cómo que no existen? - preguntó el peluquero-, si estoy yo por ejemplo y SOY peluquero. - !No!,- dijo el cliente - No EXISTEN, porque si existieran, no habría personas con el pelo y la barba tan largas como la de ese hombre que va allí por la calle.
- !Ah, los peluqueros sí existen. Lo que pasa es que esas personas no vienen a mí.
- Exacto - dijo el cliente -, Ese es el punto, Dios SI EXISTE, lo que pasa es que las personas no van hacia él, y es por eso que hay tanto dolor y miseria.